Gentileza de Agea.net. Rafael Navarro-Valls es
Catedrático Universidad Complutense de Madrid y colaborador de "agea.net".
Ante la oleada de laicismo beligerante que en
España trata de marginar, cuando no desterrar, la cultura cristiana, el
catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, Rafael
Navarro Valls, ha ofrecido una visión mucho más optimista sobre la profundidad
de las raíces cristianas tanto en nuestro país como en el resto de Europa
"Influencia del factor religioso en las bases de
la cultura europea"
(Conferencia pronunciada en la Facultad de
Teología de San Dámaso, de Madrid)
1. Alguien ha dicho que Europa descansa sobre tres
Colinas : la de la Acrópolis, la del Capitolio y la del Gólgota. Pensamos con
categorías mentales griegas, más en concreto, con esquemas aristotélicos;
hacemos derecho como los romanos; pero la ética que informa derecho, pensamiento
y moral es la cristiana. Es natural que la desestabilización de esas raíces
provoque desajustes estructurales, psicológicos y operativos en los canales
sociales, políticos y culturales de Europa .
Como ha hecho notar Brandmuller , buena parte de
las catástrofes del siglo XX -desde los conflictos bélicos de la Primera Guerra
Mundial a los campos de exterminio del Tercer Reich , desde las masacres
estalinistas hasta el Archipiélago Gulag - son el resultado de la ruptura de
Europa con sus orígenes en Jerusalén, Atenas y Roma. Jerusalén representa la
concepción de que la humanidad y el mundo existen en relación con Dios, el
Creador. Atenas representa la primacía del intelecto, que sostiene la cultura
europea. Roma, la arquitectura jurídica que vertebra las grandes creaciones
normativas.
El olvido de estas elementales verdades recuerda
aquellas palabras de Quinto Septimio Severo: " Hay dos clases de ceguera que se
combinan fácilmente: la de aquellos que no ven lo que es y la de los que ven lo
que no es "
Permítanme recordar una anécdota del ya
desaparecido John Foster Dulles, Secretario de Estado con el presidente
Eisenhower. Con ocasión de uno de los numerosos conflictos entre Israel y sus
vecinos árabes, invitó a un representante israelí y a otro sirio - judío el
primero, musulmán el segundo- a mantener una conversación privada sobre el
conflicto. Cuando se encontraron, el Secretario de Estado les estrechó
calurosamente la mano, les sonrió y dijo:" ¿Por qué no nos sentamos los tres
juntos y, de corazón a corazón, resolvemos esto como caballeros cristianos?" La
anécdota pone de manifiesto dos cosas. La primera es que se sigue creyendo,
correctamente, que en las tradiciones religiosas hay recursos importantes, no
siempre aprovechados, para resolver los conflictos mundiales. La segunda, que
cuando se piensa en los valores religiosos como una ayuda para la resolución de
esos conflictos , la mayoría- y no sólo Foster Dulles- tiende a recurrir a su
propia tradición religiosa, aunque sólo sea porque no conoce las posibilidades
análogas que ofrecen las tradiciones de los vecinos .
2. ¿Y cuál ha sido la influencia de la tradición
religiosa sobre la cultura europea? Sintetizando lo esencial yo diría que la
tradición judeo-cristiana ha aportado a Europa el básico patrimonio común de
derechos fundamentales que hoy la estructuran. Los derechos del hombre no
comienzan con la Revolución Francesa, sino que hunden sus raíces en aquella
mezcla de hebraísmo y cristianismo que configura el rostro psicológico y social
de Europa. La misma modernidad europea, que ha dado al mundo el ideal
democrático y los derechos humanos, toma los propios valores de su herencia
cristiana . Norberto Bobbio insiste en este punto cuando afirma que el gran
cambio en el reconocimiento del hombre como persona "tuvo inicio en Occidente
con la concepción cristiana de la vida, según la cual todos los hombres son
hermanos en cuanto hijos de Dios". Por eso Ratzinger –antes de convertirse en
Benedicto XVI- recordaba que si los creyentes debemos agradecer la aportación de
los " laicos" , que ha de permanecer como una espina en nuestra carne, también
ellos han de aceptar otra espina en su carne: la fuerza fundante de la religion
cristiana en Europa.
Algunos intentan disminuir - cuando no anular- el
peso específico de esta aportación, de modo que difunden la idea de que hoy no
merecería mayor atención que la de los anatomistas en torno a un cadáver. Para
ellos, el progreso iría acorralando a la religión en guetos rodeados de altos
muros, difíciles de escalar. La excepción - se decía en los ochenta - era
Estados Unidos. En ese hábitat, la religión estaría " en plena efervescencia".
Pero ahora esto no está tan claro: la excepción ya no es Estados Unidos. Lo
religioso se ha expandido como una mancha de aceite por América, Asia y África,
mientras que en Europa parece que se estaría produciendo una "demolición de la
conciencia cristiana". Así, dicen algunos, la excepción sería ahora Europa,
rodeada de cuatro continentes en fase de des-secularización . Permítanme que
matice esta visión.
Berlingó hace un tiempo apuntaba la revalorización
de lo religioso también en Europa. Según él, la religión habría irrumpido en la
escena europea "como Jonás salió del vientre de la ballena", es decir, venido
afuera de las oscuras entrañas de la secularización y del gueto de la
privatización
Coincido con este parecer. Al ser investido con el
doctorado "honoris causa" de la Universidad de Turín , observaba que las bases
cristianas de Europa permanecen en capas subterráneas como lo hace el petróleo
en la piedra pómez, hasta que de pronto emergen en la escena política, social o
cultural. Pensemos en un sólo ejemplo: el derrumbamiento de los sistemas
ideológicos que durante más de setenta años sustentaron a los países del Este
europeo.
¿Qué es lo que provocó ese monumental seísmo
político? Según los sociólogos y politólogos, dos fuerzas cuya vitalidad había
sido negada por los ideólogos más sesudos de uno y otro lado de Europa: religión
y nacionalismo. A través de ellas la nueva Europa redescubrió las viejas fuerzas
que mueven la historia. El legado común y los valores ético-espirituales de la
vieja Europa hicieron emerger esa comunidad de derechos fundamentales sobre las
que se asienta: Estado de Derecho, respeto a la dignidad humana, protección de
la libertad, tolerancia, pluralismo político, imperio de la ley, principio de
representación democrática, separación de poderes, etc. Es decir, "la vieja
Europa, a primera vista, puede parecer haberse convertido en un gran desierto
espiritual, sobre el que se abaten los rigores de un invierno que cubre de hielo
la superficie de la tierra. Pero bajo la capa de hielo permanecen adormecidas
unas raíces cristianas, prontas a despertar de su letargo"
3. En otro orden de cosas, nuestras reacciones más
profundas dejan entrever reflejos de infraestructuras religiosas que veinte
siglos de cristianismo han inscrito en el patrimonio sociocultural de Europa.
Pongamos un ejemplo más o menos actual. Para los que de ustedes sean aficionados
al fútbol les es familiar la figura –ya en declive- de David Beckham. Pues bien,
cuando nació su hijo primogénito Brooklyn, ante una pregunta del redactor
deportivo de The Guardian, contestó : "creo que debe ser bautizado, pero no he
decidido todavía en qué religión". Es evidente que Beckham está utilizando un
vocabulario cristiano sin saber exactamente de qué está hablando.
En realidad, a finales del siglo XX las
perspectivas para Dios eran excelentes. El XXI podría terminar incluso por ser
su siglo. No hay que olvidar que la religión ha movilizado a millones de
personas para que se opusieran a regímenes autoritarios, para que inaugurasen
transiciones democráticas, para que apoyaran los derechos humanos y para que
aliviasen el sufrimiento de los hombres. En el siglo XX, los movimientos
religiosos ayudaron a poner fin al Gobierno colonial y a acompañar la llegada de
la democracia en Latinoamérica, Europa del Este, el África subsahariana y Asia.
La iglesia católica posterior al Concilio Vaticano II jugó un papel crucial
oponiéndose a los regímenes autoritarios y legitimando las aspiraciones
democráticas de las masas, como fue evidente en España.
Al tiempo, las mayores religiones se han expandido
a un ritmo que supera el crecimiento de la población global. Considérense los
dos credos cristianos, el catolicismo y el protestantismo, y las otras dos
mayores religiones, el islam y el hinduismo. Según la enciclopedia Cristiana
Mundial, en 2001 aumentó la proporción de población que se adhirió a estos
sistemas religiosos respecto al siglo pasado. A comienzos de 1900, apenas una
mayoría de la población mundial - un 50% para ser más precisos- eran católicos,
protestantes, musulmanes o hindúes. A principios del siglo XXI, casi el 64%
pertenecía a estos cuatro grupos religiosos y la proporción podría estar próxima
al 70% para 2025. Dios está, pues, "en racha".
Esto se reflejó en la revolución iraní de 1979, en
el ascenso de los talibanes en Afganistán, en el renacer chií y en las luchas
religiosas en el Irak de la posguerra, y en la victoria de Hamás en Palestina.
Pero no ha sido Alá el que ha lanzado todos los rayos. La lucha contra el
apartheid en Suráfrica en los 80 y a comienzos de los 90 se fortaleció gracias a
interesantes líderes cristianos como el arzobispo Desmond Tutu. Los
nacionalistas hindúes en India, dejaron anonadada a la comunidad internacional
cuando en 1998 expulsaron del poder al partido en el Gobierno y luego realizaron
pruebas con armas nucleares. Los evangélicos de EEUU siguen sorprendiendo al
establishment de la política exterior estadounidense con su activismo e
influencia sobre asuntos como la libertad religiosa, el tráfico sexual, Sudán y
el sida en África.
Es más, los evangélicos han surgido como una
fuerza tan poderosa que en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de
2004 la religión fue un factor más fiable de predicción de voto que el sexo, la
edad o la clase social. En las elecciones ahora en preparación, todos cortejan a
los creyentes americanos como una fuerza social definitiva. Como ha demostrado
Huntington, más del 90% de los encuestados en 2000 afirmaba que votaría, sin
problemas, a un negro, un judío o una mujer. Sólo un 49%, sin embargo, estaba
dispuesto a votar a un candidato presidencial ateo. Si han seguido los debates
de los precandidatos a la elección presidencial de 2008 es sorprendente la
naturalidad con que debaten sobre el diseño inteligente y la evolución, el papel
de la fe en las crisis familiares o el puesto de Dios en la propia escala de
valores. Eliminado el prejuicio anti-católico con John Kerry y Kennedy, nada
menos que seis candidatos son católicos : tres demócratas y tres republicanos.
Pero volvamos a Europa. En medio de esta Babel de
pueblos diversos, con diversos mares, diferentes lenguas, diversos climas y
costumbres diversas ¿dónde está Europa?, se pregunta el constitucionalista judío
Weiler. Duda que su ser más profundo se localice en un mercado común que permite
que los europeos vistamos con trajes hechos en China, utilicemos instrumentos
tecnológicos fabricados en Japón o veamos las mismas películas filmadas en
Estados Unidos. Más bien se fija en el hecho de que, en todo centro habitado,
las tumbas y los cementerios tengan inscripciones en lenguas diversas, pero la
inmensa mayoría coronadas con idéntica cruz: la misma de una tumba del año 1007,
1507 o 2.007. El influjo cristiano sobre nuestra cultura es simplemente
abrumador. Sus pruebas están en torno a nosotros: en la arquitectura, en la
música (sobre todo la clásica), en las artes figurativas, en la literatura o en
la poesía. La prevalencia histórica del influjo cristiano ha producido, además,
un sofisticado efecto dialéctico en cuya virtud parte del arte no cristiano se
ha construido en oposición a aquella influencia dominante. Algo similar ha
pasado con la cultura política, en el campo de las ideas y de los valores. En
síntesis: la sensibilidad moral europea está condicionada por la herencia
cristiana y, más recientemente, por la lucha contra ella.
Su conclusión es clara: no cabe eliminar el
cristianismo de la historia de Europa, como no se pueden eliminar las cruces de
los cementerios
Tiene razón la Carta de Derechos Fundamentales de
la Unión Europea cuando hace depender de ese "patrimonio espiritual y moral "
los valores indivisibles y universales de dignidad humana, de libertad, de
igualdad, y solidaridad». Efectivamente, cuando se contempla el complejo
entramado de relaciones entre cristianismo y las instituciones jurídicas
occidentales se detecta que "nuestras opciones políticas fundamentales, nuestra
Weltanschauung, nuestras esperanzas y nuestras reacciones más profundas dejan
entrever reflejos secularizados y democratizados de infraestructuras religiosas
que veinte siglos de cristianismo han inscrito en el patrimonio sociocultural de
Europa" (L. Moulin). Pero la verdad es que el entusiasmo inicial por el retorno
a las grandes constantes de la herencia cristiana se diluyó y, como ha dicho
Ratzinger, la Unión Europea se llevó a cabo casi exclusivamente en aspectos
económicos, dejando a un lado la cuestión de los fundamentos espirituales de esa
comunidad.
4. Permítanme ahora un desahogo poco técnico, pero
sintomático. Para mi confusión, he de confesar que mis lecturas no siempre son
jurídicas o de alta cultura. También leo (solicito su benevolencia) novelas
policíacas y best-seller. Ciertamente, uno de mis preferidos no es John Le Carré,
pero algunas obras aisladas que he leído de este autor me han parecido
ingeniosas. En una de ellas, hay una conversación entre un agente del MSI
británico y del KGB soviético que puede traerse aquí a colación . El agente
soviético pregunta al británico cuál es la ideología que representa el Cambridge
Circus (sede del MSI). Este contesta que, evidentemente, ellos no son marxistas.
El soviético inmediatamente repregunta: "Entonces ¿son cristianos?" E insiste,
si no son marxistas, la sociedad occidental tiene que ser cristiana Y por eso
mismo - a diferencia de nosotros- creen en la santidad de la vida "y no pueden
matar por intereses políticos, salvo declaración de guerra". Repárese que para
la mente agnóstica del agente soviético no hay más alternativa , por lo menos en
Occidente, que una mente cristiana.
Es decir, las referencia a Dios y/o a la
Cristiandad se encuentran en las tradiciones constitucionales de un conjunto de
países europeos que suman más de la mitad de la población europea . Como se ha
dicho , en lo que respecta a las relaciones entre cristianismo y Europa no todo
es historia.
También hay sociología . La mayoría de los
ciudadanos de la actual Unión son cristianos: superan los dos tercios de la
población de los "quince" y con las diez nuevas incorporaciones el número
crecerá . Son herencia viva de la cultura histórica de Europa hasta el
calendario, las fiestas el descanso semanal y los domingos, así como la
influencia ideológica y moral de las Iglesias. No parece, pues, que una
referencia a este hecho en la nonata Constitución Europea hubiera implicado una
quiebra de la laicidad europea. Neutralidad no significa laicidad hostil. Desde
el punto de vista de los hebreos no se puede contar su historia moderna
desgajándola de Europa, que los asesinó en masa. Pero también es verdad que no
se puede contar honestamente la historia europea sin contar con la tradición
hebrea ya sea en su exilio, la época de oro en España , las cruzadas, o la época
contemporánea con los Mahler, los Freud y los Einstein. De Toledo a Salónica, de
Otranto a Varsovia, los hebreos y el judaísmo han jugado un papel significativo.
Una referencia a las raíces judías, junto a las cristianas hubiera sido
razonable .
5. Por lo demás , desearía terminar con tres
invitaciones hechas sucesivamente por tres presidentes de la Comisión europea.
En 1990 Jacques Delors lanzaba la idea de "un corazón y de un alma para Europa
que sirviera como punto de apoyo para la construcción e integración europeas".
Diez años después volvía a proponer la idea en una conferencia en la catedral de
Estrasburgo. Y Santer, su sucesor, precisó que "reclamar un alma para Europa"
supone invitar a las Iglesia e instancias filosóficas a dar una interpretación a
la construcción europea. En parecidos términos se expresaba el 3 de septiembre
de 2003 el propio Prodi. Según éste, "las religiones monoteístas,
particularmente la religión cristiana", han sido "una de las raíces esenciales
de Europa y uno de sus factores de desarrollo", y puesto que "la historia de
Europa y la historia del cristianismo están indisolublemente unidas", todo esto
"hay que reconocerlo en el Tratado constitucional". En su opinión, el
reconocimiento de las raíces cristianas no impide "descubrir las raíces que
ligan a Europa con el pueblo de Israel" y "afirmar nuestra voluntad de diálogo
con el Islam" .
Conviene no olvidar que el término "eurpeenses"
aparece por primera vez en una Crónica mozárabe de mediados del siglo VIII para
designar a los soldados cristianos de Carlos Martel que combatieron en la
batalla de Poiters y detuvieron el avance islámico hacia el corazón del
continente.
Declaraciones que, en definitiva, son una
continuidad de las que hacía Robert Schuman hace años cuando observaba : "¿Qué
es lo que distingue a Europa en el seno de la gran familia humana? La Europa
libre está formada por democracias parlamentarias. Ahora bien, la democracia
debe su existencia al cristianismo. La democracia griega negaba la igualdad de
todos los hombres; se aplicaba a una elite de nacimiento. La democracia moderna
reconoce la igualdad de los derechos de todas las personas humanas , sin
distinción ni excepción. El cristianismo fue el primero que enseñó la igualdad
de naturaleza de todos los hombres...La democracia no se improvisa; Europa ha
tardado más de un milenio de cristianismo en darle forma. Concluyo con Bergson
que "la democracia es de esencia evangélica...
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